Queridos alumnos,
os dedico este poemilla que escribí hace tiempo en uno de esos momentos en los que me siento con mil dudas respecto a cómo ser una buena profesora, lo cual considero un reto maravilloso, no solo por mi ilusión de transmitir conocimiento y valores sino sobre todo por lo que aprendo cada día de vosotros.
También porque me siento feliz desde hace diez años, trabajando en vuestra academia “The British School Aljarafe”, un lugar donde nos importa mucho que vuestro aprendizaje sea agradable, divertido e inolvidable. Nosotros, vuestros profes, también fuimos alumnos como vosotros y
tenemos aún muy presente lo que se siente desde vuestra perspectiva. Por eso nos esmeramos de corazón para que cada curso sea una vivencia diferente y especial en vuestras vidas. Queremos valorar vuestro esfuerzo y aprendizaje más allá de los exámenes y ayudaros a superarlos sin temor ni presión.
Nuestra labor en la academia consiste en la enseñanza de idiomas, lo cual significa comunicación con el mundo y la comunicación entre las personas crea entendimiento y conocimiento. A mí, como profe, me encantaría tener ese entendimiento con vosotros y os agradecería mucho que siempre me comunicarais vuestras inquietudes, vuestros deseos acerca de vuestro aprendizaje al igual que vuestras inseguridades, lo cual me ayudaría mucho a comprenderos individualmente, con el fin de proporcionaros el mejor aprendizaje posible adaptado a vuestras necesidades.
¡Crezcamos y aprendamos juntos!
Gracias y un abrazo muy fuerte de vuestra profe,
Doris
El Maestrillo
Érase una vez un maestrillo que con su librillo
iba andando
y a la vez pensando.
“Qué enseño hoy y cómo…?” Mucho le dolía el lomo
y también la muela
cuando pensaba en la escuela.
Por muchas vueltas que le daba al final no acababa
de encontrar la solución
para sentir motivación.
Recordando a sus alumnos pensaba en esa y en aquel, en la peor y el más cruel.
Con todo que sabría enseñar… ¿Porqué nadie le quería escuchar? Su misión no cumplida
y por lo tanto fallida,
tanto le preocupó
que a llorar se echó.
Tan débil se sintió
que su propia infancia recordó. Cuando iba al cole con temor y en su estómago el ardor
por un examen o algo similar
que tal vez no iba a lograr… La seriedad del aprender
y lo que había que ejercer, para ser importante en la vida y no un “bala perdida”.
Sus maestros severos y estrictos
le causaron muchos conflictos.
Tantas veces deseaba
una voz que le alababa,
y que lo poquito que supiera hacer
fuera de buen ver.
Una mirada cariñosa,
una sonrisa no forzosa.
El sentirse querido no importa cuales fuesen sus logros y que los maestros no le pareciesen ogros.
Y de repente se veía,
como alegre se reía
entre sus propios alumnos siendo pequeño como ellos.
¡Y los vio tan bellos!
Sentía, igual que ellos, mil ganas de jugar,
de correr y de chillar,
de saber y aprender,
sin tenerse que defender,
de ser oído
y aplaudido.
Fue la voz de su maestro compañero que de sus pensamientos le despertó y mientras la puerta de la clase abrió,
le oyó decir: “¡Hoy otra vez a la lucha!”
Pero el Maestrillo sonriendo le contestó: “Escucha…
No son armas de batalla, lo que percibes.
Son voces de niños que llaman a la vida como tú y yo lo hicimos, y si con cariño las recibes,
será tu corazón que les enseña, como nosotros de nuestros maestros quisimos.
Doris Robl
(…quien nunca fue una alumna estrella…)
TEACHER DORIS